A principios del siglo XVI, los pobladores
procedentes del sur (Perú actual), recientemente avecindados en el Darién y en
el Chocó, eran llamados pirú o pirúa, nombre que ellos empleaban para designar a los depósitos que
conservaban sus alimentos. De esa manera, los nativos del Chocó identificaron a
los antiguos peruanos con los objetos que, aparentemente, eran la causa de la
abundancia de que disfrutaban durante sus largos viajes por mar, río y tierra.
En los primeros años del siglo XVI, los nombres
pirú, pelú o virú habían sido adoptados por Caciques de la región de la región
norte de América del sur, ocurrencia que fue conocida por los castellanos. Simultáneamente,
los habitantes del Darién y del Chocó utilizaban el nombre pirú para designar a
un legendario país, ubicado hacia el sur y cuyo nombre significaba país con abundancia
de alimentos. Los españoles identificaron al legendario Perú como un país rico
en oro y decidieron conquistarlo. Aunque la anécdota de los Trece de la Isla
del Gallo bien pudiera identificarse como una leyenda, lo cierto es que existía
una creencia corriente en la época: ir al sur era ir a ser rico; iral norte era
engolfarse en la pobreza y la escasez. Los pobladores del Tahuantinsuyo nunca
denominaron Perú a su país. Fueron los españoles quienes impusieron dicho
nombre creado por los aborígenes del Darién y del Chocó.
Y andando los años, la voz Perú rodó por el mundo
como el nombre de un país rico, suntuoso y opulento. Una vez descubierto el
Perú y recorrido su territorio, se comprobó que, en realidad, era un país con
abundancia porque estaba bien administrado: se guardaba, convenientemente protegidos,
los alimentos de los años buenos para los años de reducidas mieses, utilizando innumerables
y singulares construcciones llamadas colcas, tambos, pirúas, collonas
ocullunas, huachipas, etc. “
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